Conozca más sobre las diferentes tecnologías que ayudan a combatir el cambio climático
En un mundo que enfrenta cada vez más los efectos del cambio climático, la ciencia y la tecnología surgen como un gran aliado para poder buscar soluciones más sostenibles que van desde la captura de carbono hasta la revolución en el transporte. Es por ello que diversos avances tecnológicos están marcando la diferencia en cuanto a la lucha contra el calentamiento global.
Uno de los desarrollos tecnológicos más prometedores es la captura directa de aire llamada DAC, una tecnología que ayuda a extraer dióxido de carbono directamente de la atmósfera. Empresas como Climeworks están liderando este campo al establecer plantas en lugares como Islandia, donde el CO₂ capturado se almacena de forma segura en formaciones geológicas subterráneas. Aunque es importante destacar que en la actualidad los costos son elevados, se espera poder llegar a que la inversión y la innovación continúen reduciendo estos gastos, para así poder convertir a la DAC en una herramienta crucial en la mitigación del cambio climático.
Asimismo, la transición hacia las energías renovables está cobrando cada vez más impulso, con la energía eólica y solar que en la actualidad lideran este camino, ya que las mejoras en la eficiencia de los paneles solares y la disminución de sus costos de producción facilitan su adopción en diversas regiones, lo que contribuye a una reducción significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Frente al sector del transporte, los vehículos eléctricos están transformando la movilidad urbana al reducir la dependencia que había por los combustibles fósiles, debido a que hoy por hoy estos carros cuentan con avances en la autonomía de las baterías y una infraestructura de carga que va en ascenso. Por esta razón, estas nuevas herramientas representan una gran alternativa sostenible para el futuro de la movilidad.
Por otro lado, la agricultura inteligente, que incorpora diferentes tecnologías como los sensores y análisis de datos, optimiza el uso de los recursos y, en la misma medida, minimiza el impacto ambiental. Estas prácticas no solo mejoran la eficiencia en la producción de alimentos, puesto que también impulsan mucho más a la conservación del medio ambiente.