Bacterias halladas en ambientes silvestres controlarían devastador hongo del tomate
La naturaleza ayudándose a sí misma. Las promisorias bacterias, que viven entre las raíces de plantas que crecen en zonas de bajo impacto humano, ofrecerían una defensa efectiva contra el hongo Fusarium, una de las mayores amenazas de los cultivos de tomate, ya que provoca la muerte de las raíces y pérdidas que oscilan entre el 30 y 40 % de la producción en mundial.
En Colombia, donde el tomate (Solanum lycopersicum) es una de las hortalizas más cultivadas y consumidas en ensaladas y conservas, los agricultores deben enfrentar en cada ciclo de producción un posible ataque de Fusarium oxysporum, un hongo dañino que compromete la salud y la productividad del cultivo, ya que infecta las raíces y causa daños vasculares y necrosis, por lo que es uno de los más devastadores.
La Agencia de Noticias de la Universidad Nacional compartió una investigación elaborada por la misma institución, que compete a los agricultores de tomate. El tomate se siembra especialmente en el Valle del Cauca, el valle del Magdalena, Antioquia y en la Costa Atlántica, en donde la mayoría de los agricultores utilizan métodos de control tradicionales con agroquímicos, los cuales pueden tener efectos limitados con consecuencias secundarias para el suelo, el ambiente e incluso para el ser humano.
Frente a este problema, el biólogo Arturo Gutiérrez, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia, propone una alternativa basada en bacterias endófitas, es decir, aquellas que viven dentro de los tejidos de las plantas, particularmente en las raíces en este caso. Para esto, identificó dos ecosistemas poco intervenidos en el Valle del Cauca: uno en un bosque montano en Calima y otro en la Laguna de Sonso, el humedal más extenso del departamento.
Para lograr resultados representativos, el investigador recolectó 24 raíces de distintas plantas, seleccionadas en su hábitat natural. Luego las trasladó al laboratorio para un riguroso proceso de desinfección, macerado y aislamiento de 168 tipos de bacterias endófitas.
Luego realizó las pruebas in vitro para observar e identificar cuáles mostraban capacidad inhibitoria frente al crecimiento tanto de F. oxysporum como de otros patógenos, entre ellos Rhizoctonia sp. y Pythium sp., que también afectan la salud del tomate y de otros cultivos.
Así, identificó 4 cepas de bacterias endófitas que mostraron un alto potencial para inhibir el crecimiento de estos patógenos en condiciones in vitro; esta son: Peribacillus simplex, Paenibacillus lupini, Neobacillus bataviensis y una del género Gottfriedia sp., “las cuales alcanzaron una inhibicion del crecimiento de los patógenos en al menos un 25 %”, informa el investigador.
“Uno de los hallazgos más notables es el gran potencial biotecnológico de las comunidades microbianas en plantas que habitan en entornos poco perturbados. Las 4 cepas con mayor capacidad inhibitoria contra Fusarium, tanto en ensayos de laboratorio como en plantas mantenidas en condiciones de laboratorio, podrían abrir la puerta a un amplio reservorio de bacterias con aplicaciones valiosas para la industria agrícola”, explica.
Por tratarse de organismos endófitos, esta relación ofrecería una ventaja adicional. “Estas bacterias se podrían establecer en el interior de las raíces del tomate, desde donde ejercerían su efecto biocontrolador, lo que se podría reflejar en una reducción de las aplicaciones del producto en campo. Al estar dentro de los tejidos de la planta, las cepas biocontroladoras tendrían mayores oportunidades de persistir, evitando las limitaciones del ambiente externo, como la competencia con otros microorganismos y las condiciones ambientales típicas del suelo y el entorno en general”, destaca.
Este descubrimiento abriría un camino para futuros desarrollos en biofertilizantes y bioinoculantes que incorporen bacterias endófitas en la producción agrícola, especialmente en cultivos susceptibles a hongos patógenos como el tomate.