Los mayores jugadores del negocio de la talabartería se encuentran en el departamento de Antioquia
Los artífices de esto tan resistente son los talabarteros, un oficio tradicional y antiguo que algunos definen y suscriben al arte de hacer sillas para montar a caballo y sus accesorios.
Otros le incluyen a este concepto la marroquinería (fabricación de bolsos, carteras, billeteras, monederos entre otros artículos), que citan como un subsector ligado a la industria de la talabartería, también conocida como guarnicionería.
En todo caso, en una o en otra definición, tiene el común denominador, en el imaginario del consumidor corriente, del cuero como una de las principales materias primas para la fabricación de productos y accesorios funcionales o decorativos.
En Colombia, la cuna de estos negocios está en Antioquia y allí operan, precisamente, los grandes jugadores de este mercado y los más antiguos. Mesacé, por ejemplo, es la madre de todos.
Esta talabartería por estos días cumple 104 años manufacturando el cuero y solo hasta el año pasado dejó de ser una empresa familiar. Felipe González, la compró con un socio y asegura que muchos negocios nacieron a la sombra de Mesacé.
“Somos la marca más vieja en el país y la más grande. En Colombia se fabrican y se venden al año unas 12.000 sillas, de esas nosotros vendemos 4.000 entre ellas 200 que van al mercado externo”, dijo.
Pero ¿es rentable un negocio cuyos productos fabricados tienen fama de durar toda la vida?.
Esa pregunta le pasó por la cabeza a González, una y otra vez, cuando iba a comprar Mesacé, pero decidió hacer el negocio al darse cuenta de algo. “Hay sillas que pasan de generación en generación y son de lujo.
Las que más se venden son las que utiliza el mayordomo a diario y estas por el uso se desgastan y se acaban. Entonces, las sillas de trabajo son las que mueven el negocio de la talabartería. De 20 que se venden una es de lujo y 19 van para mayordomía.
Paralelo a ello están sus accesorios que también tienen mucho desgaste. Las sillas utilizadas en mayordomía tienen un costo promedio de entre $500.000 y $600.000 y las de lujo van en un rango de $2, $4 millones y más dependiendo del gusto de quien la compre”, sostuvo.
Pero hay otros factores que hacen que el negocio, si bien es de productos durables y tradicionales, tenga también una buena rotación. Por un lado, dijo Guillermo Londoño, propietario de una talabartería que lleva su nombre en Medellín, la línea del negocio pecuario ha incrementado en todas sus formas.
“Muy notable es que hace 25 años salían unos 600 caballos a la cabalgata de Medellín, hoy son 8.000 y eso da una cifra muy significativa de lo que es la demanda de sillas y accesorios para estos eventos.”, añadió. Otras palabras mágicas en el negocio son la innovación y el bienestar del caballo. Carolina Guarín es la directora de mercadeo de la Talabartería PPP de Antioquia, quien señala que, además de buscar nuevos clientes y abrir mercados, sobre todo en el exterior, la innovación es un punto clave.
“Se innova en el diseño y en el material. Este año empezamos a trabajar el fuste (esqueleto o chasis de la silla), que tradicionalmente se hace en madera, en fibra de carbono que lo hace liviano y resistente. Es flexible y da la posibilidad de ser ergonómico para acomodarse muy bien al caballo dándole bienestar”, sostuvo.
En ello coincide González, y dice que los materiales livianos se adaptan anatómicamente al caballo para que la silla no lo maltrate. Un factor transversal a todo ello es la calidad, condición que se da por descontada cuando de talabartería se habla. Las sillas de montar son productos artesanales, manufacturados en un 100%. “Nosotros hacemos todo el proceso, nada maquilamos porque en una tercerización es difícil controlar la calidad”, dijo Guarín.
Los tipos de sillas
Guillermo Londoño, propietario de una talabartería, dijo que el mercado demanda varios tipos de monturas: las de paseo, las de trabajo y las de competencias. También están las de lujo que se hacen a la medida del cliente y pueden costar hasta $12 millones.