Los suelos son la base de la agricultura y nuestro sistema alimentario. La salud y vitalidad de estos son requisitos para una producción sostenible de alimentos y el futuro de nuestro planeta. Además de contener una gran cantidad de biodiversidad (según la FAO hay más organismos en una cucharada de suelo sano, que habitantes en el planeta), son fundamentales para la mitigación del cambio climático, debido a su capacidad para almacenar carbono.
Bajo nuestros pies tenemos un ser vivo oculto, tan vital como el oxígeno o el agua, que demanda nuestra atención. Por eso, en el marco del Día Mundial del Suelo (5 de diciembre), debemos hacer una reflexión sobre la gestión sostenible de los suelos para cultivos, también denominada agricultura regenerativa, o buenas prácticas agrícolas.
Tales prácticas incluyen varios métodos, como la rotación de cultivos, labranza mínima, el uso de cultivos de cobertura, la aplicación de nutrientes optimizados, aplicación de materia orgánica y el uso de fertilizantes minerales más eficientes y con baja huella de carbono.
Hoy se estima que un tercio de los suelos en la agricultura están degradados, lo cual genera pérdidas de productividad, una capacidad de retención de agua reducida y menor captura de CO2. Esta degradación es un riesgo para quienes producen nuestra comida, y desde luego, constituye una verdadera amenaza para la seguridad alimentaria global.
No se trata de un tema menor. De hecho, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26) llevada a cabo en días pasados, uno de los temas priorizados fue este. Por ello, los gobiernos de 45 países hicieron su compromiso para avanzar en materia de agricultura sostenible y de salud del suelo; para lograrlo, se movilizarán cerca de US$4.000 millones con los que se busca lograr innovaciones para el sector agrícola.
Ahora bien, la nutrición inadecuada de los cultivos es uno de los factores que más podría deteriorar el suelo. Cuando se cosechan alimentos, los nutrientes se extraen de éste; y si tales nutrientes no se reemplazan, la salud del mismo disminuirá y eventualmente conducirá a su degradación.
Por eso, las prácticas de agricultura regenerativa deben integrar los análisis de suelo como el punto de partida para utilizar racionalmente los recursos y aplicar la fuente de nutrientes que el cultivo necesita, en la dosis, momento y lugar correctos, para mantenerse productivo, hacer frente a los desafíos del cambio climático y obtener mejores rendimientos, con calidad superior.
En este sentido, nos hemos comprometido con el desarrollo de herramientas y soluciones que permitan la transferencia de conocimiento a los productores, para que aprovechen nuestra experiencia en nutrición de cultivos balanceada, cuiden la salud del suelo y cultiven un futuro alimentario positivo con la naturaleza.
La ONU estableció que, para 2050, la producción agrícola mundial deberá aumentar en 60%, y casi 100% en los países en desarrollo. El gobierno, la industria de alimentos y las empresas de insumos tenemos un camino largo por recorrer y el reto está en lo que debe surgir, a partir de la inversión de los recursos destinados para esta causa.