Por un agro innovador en ciencia y tecnología
Preocupante ha sido la posición que ocupa Colombia en el Índice Global de Competitividad elaborado por la firma Suiza IMD. Difícilmente, el país se ha podido ubicar en la casilla 51, en una lista de 61 candidatos. Comparados con los líderes del ranking, nos damos cuenta que el rezago nuestro no solo ha estado en el desempeño económico o en la administración de los recursos públicos, sino también en materia de ciencia e innovación.
Revisemos quiénes están en las primeras posiciones. Estados Unidos, que ocupó el tercer puesto del escalafón, invirtió alrededor de US$136.500 millones en investigación, lo que representa un presupuesto per cápita de US$428; una diferencia abismal, si se compara con Colombia, donde la inversión para el desarrollo científico por habitante está por el orden de los US$2,60. Ahí ya hay una desventaja, frente a la cual los gremios de la producción agrícola luchan desde hace varios años.
Un buen número de renglones del agro se han podido convertir en innovadores con la ayuda de sus Centros de Investigación, familiarmente llamados Ceni, donde se han podido dedicar esfuerzos sistemáticos y permanentes para el mejoramiento de la productividad, la calidad y la sostenibilidad. La innovación apunta a mejoras en atributos determinados genéticamente, control de plagas y enfermedades; desarrollo biotecnológico y otras prácticas.
Con estos se busca el aprovechamiento del agua, el suelo y las especies y el mejoramiento del desempeño agronómico, todo con el fin de mejorar la calidad, la sostenibilidad y la competitividad del sector. Cabe decir que los Cenis se han financiado con recursos propios de las organizaciones gremiales y de los fondos parafiscales, de carácter público, que provienen de contribuciones de los productores.
El recorrido del sector en el mundo de la investigación inició hace 77 años, cuando inició labores el Centro Nacional de Investigaciones de Café, Cenicafé, creado por la Federación Nacional de Cafeteros. La innovación en la producción del grano ha sido progresiva y con esta, han llegado las buenas épocas del líder en nuestras exportaciones, siendo el jalonador del crecimiento agropecuario en 2015 y un producto determinante para la canasta exportadora del país.
Años más tarde, nacieron más Centros de Investigación: el de productores de agroforestales (1974), arroz (1982), caña de azúcar (1977), banano (1986), palma de aceite (1991), flores y follaje (2004), caucho (2012), cerdo (2012), cereales y leguminosas (2012). Y sin contar con un Ceni, también hay otros subsectores que están inmersos en la investigación, como la cacaocultura, liderada por Fedecacao que cuenta con un departamento para este fin, desde 2004.
Los resultados han sido notorios, no solo por el trabajo y capacitación de los científicos, sino por la gestión de los programas de asistencia técnica o extensión rural que se dedican a escalar estas tecnologías e innovaciones con los productores. También hay quienes transfieren el conocimiento a otros actores de la cadena para conservar las prácticas sostenibles.
Como en el resto del mundo, en Colombia la investigación científica y tecnológica de los Centros de investigación, Ceni, ha constituido un activo colectivo de alto valor, una “joya” para alcanzar los niveles actuales de producción, comercio, utilización y consumo de productos agropecuarios.
En un contexto altamente competitivo y exigente debemos aumentar la inversión en investigación científica y tecnológica para que el potencial del país y sus productores agropecuarios se pueda expresar plenamente en competitividad, inversiones, empleo y desarrollo. La innovación es motor insustituible del desarrollo primario y agroindustrial, agregando valor a los recursos naturales y humanos con calidad e innovación.