Las centrales de abastos a la vanguardia
Los mercados mayoristas de Latinoamérica deben colocar los puntos cardinales con el fin de visualizar las metas que beneficien a toda la cadena agroalimentaria, desde el productor hasta el consumidor final. Cada mercado debe asumir la adecuación, construcción y mejoramiento de la infraestructura física para reducir los costos de operación y la implementación de nuevas prácticas comerciales, con el ánimo de promover el empleo de la tecnología que permitirá una cultura empresarial.
Es un compromiso de cada mercado mayorista recuperar la competitividad y restablecer todas las prácticas comerciales, en busca de un mejor servicio que, sin otro particular, lo conducirá a una mejora del sistema comercial y al mismo tiempo aumentará el área mercantil que es la encargada en cada país en proteger la seguridad alimentaria para las familias.
El plato está servido, no es un secreto, los cambios en las preferencias y gustos de los consumidores, especialmente los de clase media y alta, piden a gritos alimentos con buenas prácticas de sanidad e inocuidad, reflejándose con un aumento en la demanda de bienes con valor agregado. Este es un compromiso del mercado que deben asumir todos los integrantes de la cadena alimentaria, para de esa manera satisfacer las necesidades de un consumidor cada día más exigente.
El comercio mayorista tiene un gran reto en los próximos años, frente a un consumidor que cambia todos los días, pues, quien produce debe implementar las buenas prácticas agrícolas, BPA, lineamientos para el mejoramiento de los métodos convencionales de producción, buscando la inocuidad y con un bajo impacto de las prácticas de producción sobre el ambiente, y la salud de los trabajadores.
Esta practicas es el camino para ser competitivo exige la utilización de semillas adecuadas para los terrenos, preparar las siembras, capacitar el personal, realizar el análisis de suelo y cuidar las cosechas. Si estos principios se cumplen en la cadena, se optimiza la calidad de la cosecha al final.
Dentro de la cadena y en lo que tiene relación a los comerciantes de las centrales de abastos ellos, deben capacitarse, dando utilización a las prácticas de manipulación, que las BPM agrupan una serie de normas destinadas a lograr alimentos seguros. Hacen referencia a la higiene del personal de manipulación de los productos, pasa por el recolector y hasta el consumidor final.
La implementación de las buenas prácticas llevan a los productores a lograr una certificación, para que el consumidor final se asegure de la inocuidad alimentaria, logrando prevención de los riesgos asociados a producción primaria y tradicional.