La importancia de tener semillas mejoradas en épocas del fenómeno de la Niña
En el contexto agrícola colombiano, el fenómeno de La Niña representa un desafío significativo debido al aumento de las precipitaciones, que generan condiciones favorables para el desarrollo de enfermedades fungosas y otros problemas sanitarios que afectan la productividad de los cultivos.
Este fenómeno climático pone de manifiesto la necesidad urgente de adoptar soluciones integrales que mitiguen los riesgos asociados a la variabilidad climática.
Entre las estrategias más efectivas para enfrentar estos desafíos se destacan el uso de semillas mejoradas con resistencias específicas y la implementación de prácticas culturales y agronómicas adecuadas.
Las semillas mejoradas representan una innovación esencial en la agricultura moderna. Estas semillas han sido desarrolladas mediante procesos de mejoramiento genético que les confieren características deseables, como resistencia a enfermedades comunes en condiciones de alta humedad, incluyendo hongos como Fusarium, Phytophthora, o Botrytis.
Estas resistencias no solo permiten que las plantas enfrenten mejor los desafíos sanitarios, sino que también reducen la necesidad de aplicaciones químicas, promoviendo una agricultura más sostenible.
En épocas de La Niña, cuando las precipitaciones son intensas y prolongadas, el uso de estas semillas es particularmente relevante.
Al poseer tolerancia o resistencia a enfermedades fungosas, las variedades mejoradas pueden garantizar un crecimiento más uniforme y una mayor productividad, incluso en condiciones adversas.
Aunque las semillas mejoradas son una herramienta poderosa, su efectividad se potencia cuando se combinan con prácticas culturales y agronómicas adecuadas.
Entre las estrategias más recomendadas frente a los riesgos climáticos están:
- Rotación y diversificación de cultivos: evitar la siembra continua de un mismo cultivo ayuda a romper los ciclos de vida de las plagas y enfermedades.
- Respeto a las ventanas de siembra adecuadas e indicadas por la autoridad sanitaria.
- Utilizar las densidades de siembra recomendadas evita la competencia excesiva entre plantas y mejora la circulación de aire, reduciendo la humedad relativa en el follaje.
- Drenaje adecuado: implementar sistemas que permitan evacuar el exceso de agua es crucial para evitar la asfixia radicular y la propagación de hongos en el suelo.
- Manejo integrado de plagas y enfermedades: combinar métodos biológicos, culturales y químicos para mantener bajo control a las enfermedades y plagas, minimizando impactos ambientales negativos.
- Calidad en la preparación del suelo: un suelo bien aireado y con un buen nivel de materia orgánica favorece el desarrollo de raíces saludables y reduce la susceptibilidad a infecciones.
- Fertilización adecuada a partir de los análisis de suelos y de las exigencias nutricionales del cultivo. Mantener un suelo saludable y nutrido fortalece las defensas naturales de las plantas, haciéndolas menos vulnerables a enfermedades.
- Monitoreo constante: identificar de manera temprana signos de enfermedades permite implementar controles preventivos y evitar su propagación.
En una economía como la colombiana, donde la agricultura es un pilar fundamental, estas estrategias contribuyen significativamente a la seguridad alimentaria y al bienestar de la población rural. Es crucial que las políticas públicas y los programas de extensión agrícola en Colombia promuevan a través de múltiples incentivos (tasas diferenciales en el crédito, seguro agrícola, asistencia técnica, etc.) el acceso a semillas mejoradas que estén debidamente registradas ante la autoridad sanitaria, el Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, y que se adelante capacitación en labores culturales y prácticas agronómicas adaptadas a las condiciones locales.
La investigación y desarrollo en este ámbito debe fortalecerse, involucrando además de los productores a los gremios agrícolas, instituciones académicas, la agroindustria y al sector privado para enfrentar de manera integral los desafíos climáticos.
En definitiva, la combinación de innovación en semillas y buenas prácticas agrícolas con políticas públicas oportunas e inversión en infraestructura y logística en los territorios rurales, son claves para garantizar un sistema agroalimentario resiliente y sostenible en Colombia. Frente a fenómenos climáticos extremos como La Niña, estas estrategias no son solo una opción, sino una necesidad.