Existe el urbano centrismo. Casi todas las decisiones económicas y políticas favorecen lo citadino. Pero la ciudad debería amar en exceso al campo.
Este le proporciona los alimentos, el agua, el oxígeno, el paisaje. El agua lluvia cae en el suelo, infiltra, discurre por los poros y sale con alegría en los nacimientos que originan los ríos para alimentar los acueductos. La vegetación en sus procesos metabólicos toma el CO2 (gas de efecto invernadero) y a cambio libera oxígeno para la respiración de un aire menos contaminado en áreas urbanas.
Al transpirar, la vegetación refrigera el aire que de otra forma sería más sofocante. En la mente y propósitos de todo citadino, está el de tener una finca o predio rural para producción o para recreo, gracias a la ilusión de disfrutar del paisaje.
En cambio, las superficies urbanas como calles y techos, no permiten la infiltración del agua y más bien se concentra en peligrosos arroyos causantes de súbitas inundaciones. La refrigeración del aire es muy transitoria, produce abundantemente el peligroso CO2, consume alimentos y los residuos los retorna al suelo, envía plásticos y otros contaminantes. Los centros de poder citadinos deciden crear los mal llamados rellenos sanitarios para depositar las llamadas basuras, que en la mayor parte de los manejos generan el metano CH4 de efecto invernadero mayor que el CO2. En síntesis, el aire y el agua unen la ciudad y el campo.
Pero también a los países y la historia. Las moléculas de agua circulan a través del ciclo hidrológico. Puede ser que en su dedo esté una que haya sido parte de una lágrima de Cleopatra o que en su nariz este un carbono que estuvo otrora en el talón de Aquiles. Una molécula de CO2 de la respiración de un citadino fue utilizada por un arbolito de cafeto para convertirla en un grano de café de su tinto del mediodía. En un incesante recorrido de la vida, el metano (CH4 ) expelido por la vaca, que le proporcionó la leche del queso del desayuno, ayude al efecto invernadero que a mitad del 2016 molestó a los habitantes de Medellín que tuvieron que intensificar el pico y placa para alejar las nubes contaminantes que se hospedaron en el centro de la ciudad. Pero lo que no circula es el apoya decidido para el campo. El presupuesto para las vías terciarias es ínfimo comparado con las ostentosas vías de la prosperidad. Algunos municipios en ese particular no son atendidos dizque por deficiente ejercicio fiscal pero si pasa un vía de cuarta generación por su territorio esa restricción no existe.
Los alcaldes le incumplen a los jóvenes de las veredas con el transporte y por ello deben llegar a pie a las escuelas rurales superando un montón de obstáculos. Por el lado agrícola, los centros urbanos de poder publicitario bombardean sus cerebros para instigarlos a comprar costosos e innecesarios insumos. El sector industrial urbano, y a veces extranjero, le pone precio a los pesticidas pero en caso contrario del café, el agricultor no le pone precio a su producción. En la ciudad ignoran o se hacen como si no supieran lo aleatorio que es la producción agropecuaria y el clima. No se sabe si el día, la semana o el mes venidero lloverá mucho regular o poco.
Si el próximo verano será normalmente caliente o muy caliente. Si los precios a los cuales les compraran los intermediarios serán remunerativos o no. Si las vías estarán abiertas o cerradas. Si los problemas sanitarios serán normales o muy agudos. Si habrá suficiente mano de obra o no. Solo depende de su tesón y voluntad forjada a través del tiempo