Viverismo y construcción de ruralidad en Colombia
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Jairo Cadavid Ossa

Viverismo y construcción de ruralidad en Colombia

22 de noviembre de 2016
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Durante las últimas cinco décadas Colombia escribió con la producción y exportación de flores uno de los capítulos empresariales más importantes del agro en América Latina. La experiencia de la floricultura nacional, como modelo empresarial, constituye una oportunidad para que el país pueda dinamizar un nuevo segmento de producción de ornamentales: las plantas en maceta, los follajes y los productos decorativos con valor agregado.

Cerca de 5.000 pequeños productores en todo el país requieren del apoyo gubernamental y de la figura de la asociatividad para volverse sostenibles y competitivos, y generar productos con los más altos estándares de calidad que les permitan cubrir adecuadamente la demanda interna y suplir las crecientes necesidades de los grandes exportadores colombianos de flores.

La histórica exportación de plantas en maceta que realizó la firma Siete Colinas de Risaralda el pasado mes de abril, con el debido acompañamiento gubernamental, evidencia además el potencial del país para diversificar su portafolio de productos ornamentales, ofrecer un mayor valor agregado a los compradores internacionales e incursionar en el segmento de exportación de plantas, un renglón que se estima es cuatro veces más grande frente al consumo de flores frescas cortadas en el mundo.

El afianzamiento de un mercado local y de mejor retorno para los pequeños productores en todo el país, una mejor experiencia del consumidor con las plantas y los ornamentales, y la búsqueda de nuevos mercados para productores con capacidad exportadora, bajo una perspectiva de formalidad empresarial, son la base para un nuevo proyecto de construcción de ruralidad desde el campo colombiano.

La asociatividad representa para el viverismo una extraordinaria alternativa para fortalecer la cadena productiva de ornamentales en el país. Las plantas y los follajes se pueden producir en distintos lugares de la geografía colombiana, gracias a nuestra diversidad climática, requiriendo poco espacio y una formación técnica no tan profunda para el cuidado de las variedades.

Impulsar este sector del agro implica además generar nuevas y mejores oportunidades de empleo rural. De igual manera, el país puede desarrollar opciones de turismo agroindustrial, un segmento que se consolida cada vez más en el mundo. ¿Habrá algo más inspirador que caminar entre las eras de un cultivo de rojas poinsettias en San Antonio del Tequendama?

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