Tres aspectos tienen que ser afrontados con decisión para encaminar correctamente lo ambiental, social y económico desde el campo colombiano: eficiencia agrícola, uso adecuado de la superficie ganadera y sustitución inteligente de cultivos ilícitos.
Eficiencia agrícola: 8,5 millones de hectáreas (19,5% de la superficie agropecuaria) destina Colombia a una arcaica agricultura, en gran medida, con rendimientos muy bajos, razón por la cual, en unos casos está impedida para exportar y en otros está obligada a importar, porque no es competitiva. La causa de este mal es la carencia de conocimiento y por supuesto, de innovación. La baja productividad incide determinantemente en la huella ecológica.
Como ejemplo, obsérvese que, de acuerdo con las estadísticas FAO, para obtener 100 toneladas de: maíz, Chile o USA emplean solo 9 hectáreas, Colombia 28 ha; arroz, USA y Uruguay 12 ha, Colombia 21 ha.
De estos resultados se derivan serias repercusiones más allá de la huella ecológica y de la huella hídrica, ya que también implican tala innecesaria y uso desmedido de insumos que erosionan, degradan, contaminan y ocasionan pérdida o daño de la comunidad de organismos que viven en el suelo.
Provocan además, impactos sociales y económicos tales como la reducción de puestos de trabajo.
Uso adecuado de la superficie ganadera. Colombia utiliza 34 millones de hectáreas (80% de la superficie agropecuaria) para albergar 22 millones de cabezas, un desperdicio impresionante e inaudito: 1,5 hectáreas por cada cabeza de ganado son un derroche inexplicable con serias repercusiones ambientales, sociales y económicas. Utilizando el Sistema Silvopastoril se producirían 1.000 toneladas de carne en 1.500 hectáreas, proporcionando bienestar animal y razonables condiciones ambientales; con Pasto de corte, las mismas 1.000 t se obtienen en 6.000 ha, cuatro veces más - y en pastoreo extensivo (el método de uso común en Colombia) se requieren 15.000 hectáreas ( 10 veces más), huella ecológica con todas sus consecuencias. “Si la ganadería sigue al ritmo que lo ha hecho, para 2050 sería responsable del 80% de los gases de efecto invernadero que se emiten cada año” sostiene el Institute for Agriculture and Trade Policy (Iatp).
Sustitución inteligente de cultivos ilícitos. 200.000 hectáreas (0,5% de la superficie agropecuaria) requieren de un tratamiento “quirúrgico” que proporcione a los cultivadores de coca, conocimiento, tecnología e innovación para sustituir un producto que les aporta rendimiento económico, por otro que sí sea eficiente, rentable y competitivo, lo cual solo es posible si el programa de sustitución evoluciona del simple paso de extraer una mata y en su lugar sembrar otra. Tiene que ir mucho más allá, articulando conocimiento en todas las etapas desde siembra hasta cosecha y generando organización asociativa, desde las compras hasta la comercialización, incluidos los sistemas de transporte.
En los tres casos Colombia puede mejorar sustantivamente, pero es indispensable ir a la causa mediante serios diagnósticos puntuales, identificarla y resolver los problemas que giran en torno a ella. No podemos seguir intentado soluciones con paños de agua tibia sobre los efectos.