Colombia, otrora agrícola, dejó de serlo para dedicarse a importar alimentos: trigo, soya, sorgo, cebada, maíz, lenteja y hasta fríjol, todo el tomate y la papa para industria y ahora la papa fresca.
Presenciamos el espectáculo de políticos haciendo demagogia con la “papatón”. Primero, privan al agricultor de los conocimientos que lo harían competitivo, después importan la papa, la desembarcan en plena cosecha y luego se aprovechan de la “papatón”.
Esos políticos, algunos de ellos alcaldes y gobernadores, deberían conocer las causas del problema y ponerse en la tarea de resolverlo de una vez por todas, para que esta agresión al agro no se repita nunca más.
Colombia apenas cosecha cerca de 22 t/ha de papa, Bélgica, Estados Unidos y Países Bajos rinden entre 35 y 50 toneladas. Utilizan menos suelo, agua e insumos y por lo tanto, es sale más barata.
Hasta mitad del siglo pasado los países tenían rendimientos similares en todas las especies agrícolas, las cosas cambiaron de forma radical cuando algunos países le apostaron al conocimiento y la innovación agrícola consiguiendo mejores rendimientos, a menores costos, con menor daño ambiental y con tecnologías limpias, acordes con los requerimientos de los consumidores.
Los países que no evolucionaron se quedaron rezagados y sus productores padecen las consecuencias.
Los intentos de solución no han sido tratando las causas, como en sentido lógico debería ser, sino que lo han intentado sobre los efectos. Gran parte de las acciones de política pública agropecuaria están concentradas en la fijación de precios y no en el conocimiento, la innovación y la actualización tecnológica para mejorar los rendimientos, razón por la que han caído en una interminable cadena de fracasos.
Sigue practicándose la agricultura del siglo 19 y principios del 20, pero el objetivo de la eficiencia en términos ambientales, sociales y económicos solo es posible si se cambia la manera de hacer las cosas en el campo.
“El Progreso y el desarrollo son imposibles si uno sigue haciendo las cosas tal como siempre las ha hecho” dice, con razón, Wayne W. Dayer.
Los cambios, entonces, implican una hoja de ruta que involucra biotecnología, trofobiosis, alelopatía, rotación, germinación protegida, riego tecnificado, drenaje... Estos procesos conllevan una selección correcta de semillas, insumos (compost, lombricultura, lombricompuestos), instrumentos, herramientas, métodos, técnicas, materiales y, por supuesto, capacitación.
Son soluciones tan claras y evidentes que resulta sorprendente que a ningún ministro del ramo, ni a ningún secretario de agricultura departamental o municipal se le haya ocurrido que ese es el camino.
Dejan espacio para la duda y cualquiera podría suponer que son acciones premeditadas para desestimular a la gente del campo, contribuyendo así al incremento de la inequidad en lo que sí somos campeones.
El 81% de la tierra colombiana pertenece al 1% de los propietarios más grandes y 99% de los agricultores posee apenas 19% de la superficie.