En 2018 fuimos convocados por Colciencias y la Universidad de Sussex del Reino Unido, a acoger, yo diría mejor, a reconocer la innovación transformativa como un nuevo enfoque para la política pública de Ciencia, Tecnología e Innovación en Colombia y sus regiones. Se refiere a aquellas iniciativas desarrolladas de abajo hacia arriba, muchas veces sin la participación de las instituciones. Casos exitosos de innovación que han dado lugar a procesos, productos y servicios muy competitivos y de gran impacto para la comunidad.
Las instituciones participantes fuimos ilustradas con algunos ejemplos recientes desarrollados en Valle, Cauca, Tolima, Atlántico, Antioquia y Bogotá en los cuales, con la participación institucional se emprenden formas de comunicación y capacitación en educación, ambiente, tecnologías de la comunicación, gastronomía y producción agrícola.
En el sector agropecuario y dado el escenario anterior, podríamos proponer algunos ejemplos de innovaciones transformativas emergidas de las regiones, pero fácilmente reconocibles y apreciadas en el país. Veamos aquellas de mayor trayectoria: El bocadillo veleño en Santander, la achira en Tolima-Huila, el pan de arroz de San Martín-Meta, la gelatina de Andalucía-Valle del Cauca y la naranja margaritera en la depresión Momposina-Bolívar. Ahora miremos ejemplos más recientes: El desarrollo de cafés con sabores y aromas, los productos procesados de la palma de chontaduro en Putumayo y El Tambo-Cauca, las melcochas en Mercaderes-Cauca, las diferentes presentaciones de la panela, los quesos con denominación de origen como el de Paipa y la diversidad de productos a base de guayaba Freijoa en Boyacá. En la mayoría de estos casos la iniciativa fue de la comunidad y tienen acogida del mercado que los reconoce como un factor de identidad nacional. En algunos casos, muy puntuales, se ha dado la intervención de las instituciones para mejorar procesos de asociatividad o calidad de producto.
Pero en la mayoría de los desarrollos hubiera sido válido ponerle mayor atención a la investigación participativa de variedades más productivas o con características de sabor y aroma como el del café o los arroces criollos; también, de estandarización de procesos en poscosecha, presentaciones y empaques. Ahora bien, ¿por qué estos emprendimientos exitosos no se replicaron por toda la geografía nacional, en comunidades que requieren con urgencia fuentes de ingreso y vínculos con el mercado para salir del atraso y el abandono en que se encuentran? Faltó iniciativa, comunicación o gestión de tecnología o todas las anteriores. No es el propósito de este artículo resolver tantas dudas. Lo que sí podemos decir es que aún estamos a tiempo para volcar a nuestra institucionalidad para apoyar los emprendimientos en donde la sabiduría popular y su iniciativa han señalado el camino para varias generaciones de pequeños productores del campo colombiano.
Los Consejos Departamentales de Ciencia y Tecnología (Codecti), las Comisiones Regionales de Competitividad (CRC) y los Consejos Municipales de Desarrollo Rural (Cmdr) tienen ahora la responsabilidad de acoger e impulsar estas transformaciones en el territorio, en un momento histórico, donde todos estamos llamados a jugar un rol primordial.