Hay expresiones que no tendrían el mismo significado si no tienen el desparpajo y la modulación irónica en el tono de expresarse. Por ejemplo, imaginémonos la cara y la expresión que haría José Luis Simanca, escritor y defensor de la gastronomía criolla, si la yuca le saliera ‘rucha’.
Y es que, en el argot popular, especialmente en la región Caribe, la palabra ‘rucha’, aunque tiene varios significados, ha estado históricamente relacionada con la yuca, para hacer referencia a que esta salió mala.
Una pequeña muestra de esa tusa culinaria la viví en estos días desde mi balcón, al escuchar, en medio del silencio de la cuarentena, cómo mi vecina le decía a su mamá que se había ‘embolatado’ el desayuno, porque la yuca que compró había salido ‘rucha’. Tal era su desdicha que aquella mujer se amargó y decidió no ‘meterse en la cocina’, lo que le valió un regaño de su madre.
La entendí y también sentí un poco de frustración, porque siendo uno de los tubérculos preferidos por los colombianos, la yuca prácticamente es una lotería. Así como puede salir harinosa, puede salir dura o ‘rucha’, imposible de comer, al menos en su tradicional presentación.
Aunque en la calle hay un sinnúmero de explicaciones para este acontecer, esto estaría relacionado científicamente, entre otros motivos, de acuerdo con Rommel León Pacheco, investigador del Centro de Investigación Caribia de Agrosavia, experto en el área de raíces y tubérculos, con que hay suelos que no son aptos para este tipo de cultivos; la yuca es cosechada muy tarde, cuando ya ha perdido contenido de carbohidratos y almidón; hay variedades que no son aptas para el consumo humano y también con los fuertes periodos de sequía a lo largo del ciclo del cultivo.
A la hora de identificar si la yuca es ‘rucha’ o no, Rommel dice que es parcialmente cierto la creencia ancestral que asegura que una yuca está buena o fresca, si al ‘pelarla’ bota una ‘leche’ o un látex, porque cuando las yucas pasan mucho tiempo en los anaqueles pierden este material acuoso. Además, otra forma de darse cuenta es cuando se observa mayor contenido de fibra al cocinarse o con la fibra central muy grande.
Precisamente, en la costa Atlántica, donde se produce el 70% de la yuca del país, en el municipio de Sevilla, Zona Bananera, Agrosavia y Ciat buscan desarrollar variedades biofortificadas, yucas ‘dulces’ que contribuyan a la seguridad alimentaria, que se adapten a las condiciones ambientales de la región donde se cultiva, con alto contenido de betacaroteno, ricas en carbohidratos, proteínas y vitaminas para hacerle frente al déficit nutricional que hay en varias regiones del país y, por supuesto, con un gran porcentaje de materia seca para que, como diría el periodista y escritor Alberto Salcedo Ramos, escuchemos desde la cocina ese grito de júbilo anunciando que la yuca salió buena.
Un dato al cierre: desde hace más de cuatro décadas articuladamente Agrosavia, ICA y Ciat, han trabajado en desarrollar variedades de yucas mejoradas que puedan adaptarse a diferentes regiones del país, en especial, en las principales zonas de producción como lo son los departamentos de Magdalena, Atlántico, Córdoba, Sucre, Cauca, Tolima, Arauca y Meta.