Fertilizantes nacionales en Colombia: ¿hemos avanzado en 2024-2025?
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Cesar Palacio

Fertilizantes nacionales en Colombia: ¿hemos avanzado en 2024-2025?

12 de noviembre de 2025
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En Colombia, la dependencia de insumos externos para la industria de fertilizantes continúa siendo uno de los principales desafíos estructurales del agro. A pesar de los esfuerzos recientes, más de 90 % de las materias primas empleadas en la producción de fertilizantes aún proviene del exterior. Según cifras sectoriales, el país importa cerca de dos millones de toneladas anuales, lo que mantiene a la agricultura nacional altamente expuesta a los vaivenes del mercado internacional.

La pandemia y su etapa posterior evidenciaron esta vulnerabilidad: los precios se dispararon, los fletes aumentaron y muchos agricultores se vieron obligados a replantear sus estrategias productivas. En ese contexto surgieron mesas de diálogo entre el Gobierno, las agremiaciones, la academia, los productores y las empresas del sector, con un objetivo común: reducir la dependencia internacional y fortalecer la producción nacional de fertilizantes.

Colombia posee un conjunto valioso de recursos que pueden sostener algo de transformación: minas de roca fosfórica y fuentes naturales de silicio, calcio y magnesio. No obstante, el reto técnico sigue siendo mejorar la solubilidad del fósforo nacional, mediante procesos térmicos, acidulación o el uso de microorganismos eficientes. A ello se suman materiales orgánicos de origen vegetal y animal y una enorme biodiversidad microbiana del suelo, recursos que el país podría aprovechar mejor.

En este escenario, la Agencia Nacional de Minería (ANM) ha asumido un rol estratégico al impulsar la exploración y valorización de minerales como los fosfatos nacionales, con el fin de aportar directamente al desarrollo de fertilizantes de origen local.

La industria privada también ha comenzado a movilizarse. Opex y Hevolución adelantan el montaje de un proyecto nacional de fertilizantes verdes, cuya planta —prevista para entrar en operación en 2029— tendrá una capacidad de 45 000 toneladas anuales de nitrato de amonio, con las que se producirán hasta 70 000 toneladas de fertilizantes verdes. Estos estarán orientados principalmente a cultivos especiales de exportación, cumpliendo los estándares Cbam y Rfnbo de la Unión Europea, lo que representa un avance clave hacia la integración del agro colombiano en los nuevos mercados sostenibles.

Otra empresa destacada es Celsia, que incursiona en la producción de amoníaco verde a partir de hidrógeno, aprovechando su experiencia en generación hidroeléctrica y su liderazgo en transición energética. Su apuesta se alinea con la necesidad nacional de reducir la dependencia total de la urea importada y avanzar hacia una industria de fertilizantes con baja huella de carbono. Por su parte, Yara Colombia y Monómeros, han incorporado procesos productivos más eficientes y limpios, orientados a la reducción de la huella de carbono en la fabricación de fertilizantes.

También se destacan nuevos actores nacionales: Molienda de la Sabana, proveniente del sector de la construcción, ha ingresado al mercado de fertilizantes y enmiendas, con una capacidad de producción diaria de 1.000 toneladas de mejoradores de suelos. Asimismo, el Ingenio Mayagüez, al adquirir participación accionaria en Ecoline, ha comenzado a desarrollar productos edáficos innovadores, fortaleciendo su presencia en el segmento de fertilización sostenible.

En materia tecnológica, Improagro avanza en el desarrollo de nanofertilizantes, tecnología que ya ha demostrado beneficios en estudios internacionales. La nanotecnología podría contribuir a disminuir la demanda de materias primas y mejorar la eficiencia nutricional de los cultivos. Sin embargo, como señalan Hernández et al. (2023), aún existen inquietudes sobre su impacto ambiental y en la salud humana.

De manera complementaria, numerosas empresas colombianas incursionan en la biofertilización y bioestimulación. La primera emplea microorganismos benéficos —como bacterias fijadoras de nitrógeno o hongos solubilizadores de fósforo— para incrementar la disponibilidad de nutrientes. La segunda utiliza sustancias o microorganismos bioactivos que optimizan los procesos fisiológicos de las plantas, mejoran su tolerancia al estrés abiótico y aumentan la eficiencia de los fertilizantes tradicionales.

El sector académico también aporta significativamente. La Universidad Nacional de Colombia, a través de su Instituto de Biotecnología (IBUN), desarrolla proyectos de biofertilizantes y biotecnologías aplicadas al suelo. Por su parte, la Universidad de Antioquia investiga el uso de microorganismos, microalgas y residuos como fuentes alternativas de biofertilizantes. A su vez, AGROSAVIA, en alianza con universidades, trabaja en soluciones biológicas que optimizan el uso de fertilizantes nitrogenados en sistemas forrajeros.

En conjunto, diversas empresas del país están integrando minerales locales, microorganismos y materiales orgánicos en sus formulaciones, generando productos Bioquímicoorganicominerales y abriendo el camino hacia productos más sostenibles y competitivos, además de contribuir a la reducción de la dependencia de materias primas importadas.

No obstante, el reto sigue siendo enorme. Aunque se observan avances y una clara voluntad de cambio, la producción nacional solo cubre entre el 5% y el 10% de la demanda interna, lo que significa que el 85%–90% restante aún depende de importaciones. El país se encuentra, por tanto, en una fase de transición, en la que las ideas y proyectos comienzan a convertirse en realidad industrial.

En conclusión, Colombia está dando pasos firmes hacia una nueva era de fertilización más sostenible, eficiente y soberana. Las iniciativas públicas y privadas empiezan a converger, la innovación tecnológica avanza y nuevos actores fortalecen la producción nacional. El desafío de fondo es claro: convertir la intención en resultados productivos tangibles.

La esperanza nace de las palabras, pero solo permanece en las acciones. Colombia tiene los recursos, la tecnología y la motivación; lo que sigue es mantener el impulso y consolidar una industria nacional de fertilizantes que fortalezca la seguridad alimentaria y la competitividad agrícola del país.

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