Lo que sucede en el norte del Tolima con la Escuela Regional del Café, específicamente en el Líbano, no se puede dejar de mencionar ni pasar por alto. No es simplemente un ambicioso e innovador proyecto para seguir fortaleciendo nuestra preciada caficultura e intentar convertir a su departamento, así lo ven y anhelan allí, en el segundo productor del país.
El campo envejece, no solo en edad, sino en métodos. Por eso ese modelo es mucho más que una política educativa: es una apuesta por el futuro del país. La integración entre tradición y modernidad es su verdadero logro. Como lo mencionó Germán Bahamón, gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, la clave no es solo el “recambio”, sino la “integración generacional”.
Es decir, jóvenes que no desechan lo aprendido por sus mayores, sino que lo potencian con nuevas herramientas, conocimientos y sueños. Es sorprendente, por no decirlo menos, ver y hablar con los alumnos de la Escuela, muchísimos con sus marcas propias, sobre su percepción de lo que aprenden allí y cómo han entendido sobre todo el proceso que implica la producción, comercialización del grano, y lo mejor de todo, las ideas, siempre frescas e ingeniosas, de lo que pueden lograr con la capacitación que allí reciben.
La Gobernación del Tolima, la Federación Nacional de Cafeteros y el Comité de Cafeteros del Tolima, con el apoyo de la Universidad de ese departamento, artífices de ese convenio, entendieron que el relevo y la integración generacional es un tema del que mucho se habla y poco se hace.
No se quedaron en carreta, se pusieron manos a la obra y en vez de lamentarse por lo que pudo ser y no fue, entendieron que la hora de hacer algo había llegado y no ahorraron esfuerzos en materializarlo, además que se metieron la mano al bolsillo sin miedo, con una inversión de $4.600 millones. Son ellos, sus acuciosos estudiantes, los primeros llamados a liderar la transición hacia una caficultura más competitiva, resiliente al cambio climático y conectada con las exigencias del consumidor global, y vaya si lo están haciendo muy bien.
Claro que existen en otras regiones iniciativas que promueven el liderazgo juvenil en cooperativas, el acceso a tecnologías limpias y el empalme generacional dentro de las fincas, pero estas acciones seguían siendo aisladas frente a la magnitud del desafío, hasta que llegaron los pujantes tolimenses y el gremio cafetero con su Escuela. Dejaron la vara muy alta.