La llegada de las Cajas familiares al Campo
Ad portas del fin del conflicto, las entidades privadas y públicas deben volcar aún más su mirada en las oportunidades que el campo colombiano le puede brindar a los desmovilizados.
Probablemente, varios de estos hombres y mujeres, que vivieron buena parte de su juventud cargando un fusil, ahora cambien su arma por un buen azadón y un rastrillo, dejando atrás por fin el campo de batalla.
En Colombia es difícil perdonar, pues la guerra nos ha dejado muchas heridas. Cuando el posconflicto llegue, los individuos de a pie deberán poner su grano de arena para integrar a la sociedad a aquellos personajes que por muchos años sintieron de cerca la muerte.
El conflicto se ha llevado a padres, hermanos y amigos, por lo que estoy de acuerdo con que la paz debe hacerse sin impunidad, tal como está planeada, con verdad. Lo cierto es que cuando los procesos hayan llegado a su fin tendremos que estar preparados.
Uno de los primeros pasos lo dieron la semana ante pasada las Cajas de Compensación Familiar. Tuve la oportunidad de asistir al XXVII Congreso Nacional de Asocajas, en el cual las entidades sociales mostraron interés de prestar sus servicios en el campo.
Esta se convierte en una oportunidad para que las entidades contribuyan a la reducción de la brecha de la inequidad social, llevando programas productivos al campo, de salud y de educación. Otra de las acciones de las Cajas de Compensación está en los servicios como planes de vivienda y en las microfinanzas.
Pero esto no es todo, se ha demostrado con casos como los de Panaca las empresas privadas, también, pueden aportar un grano de arena que hace mucho bien. Después de todo, el campo es un actor fundamental en el posconflicto.