En el sector papicultor, por ejemplo, hay cerca de 40.000 toneladas adicionales de papa, por las que, Fedepapa ha denunciado la existencia de dumping.
Los arroceros no son ajenos a la problemática y los lecheros también se han quejado de manera muy fuerte.
Como lo registraba hace unos meses La República, cerca de 43.817 toneladas de productos lácteos se compraron en otros países. Mientras tanto, nuestros lecheros han tenido que derramar la leche, pues no pueden venderla.
Por su parte, el maíz amarillo, que es importado gracias a varios tratados de libre comercio, se ha visto afectado porque no se vende lo suficiente.
A principios de año, Fenalce estimó que la producción cayó casi 17% pues no pudo reaccionar a las importaciones. Además, mucho de lo que se supone debió destinarse a la alimentación animal, se utilizó en el consumo humano.
No deberíamos importar en abundancia los productos que sobran en Colombia. Sin embargo, tampoco debemos cerrar todas las puertas del comercio internacional.
A los agricultores se les debe ayudar a bajar los costos de producción, no solo con subsidios por parte del Gobierno, sino con tecnología o métodos académicos para la optimización de la cosecha y de materiales.
Los trabajadores del campo deben estar a la altura de las importaciones, para que el daño sea menor al que ya están viviendo. Realmente el que se ve más afectado con las importaciones es el cultivador de a pie.
Para finalizar una reflexión, debemos trabajar para que Colombia pueda ser la despensa agrícola que queremos y que en el proceso tenga las capacidades para poder competir.