Los primeros meses del año era común que el seguimiento periodístico a la situación del café se basaba en las discusiones que tenían los productores, especialmente porque producir la carga les cuesta (según estudios del sector) $782.000 y estaban recibiendo menos que eso.
Para muchos, evidentemente se estaba convirtiendo en un negocio inviable, incluso empezaron a aparecer casos de personas que decidieron probar otro tipo de cultivos. Por eso es que se hizo común ver que esos primeros meses la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (Fedecafé), enviara constantes mensajes al Gobierno en el que se pedían ayudas.
Y la respuesta de este se veía, el Ministerio de Agricultura en total destinó este año más de $250.000 millones para las ayudas del sector, esto se dividía en los subsidios a la carga y otros proyectos como la renovación de cafetales.
Entre enero y junio, se empezó a hablar de crisis cafetera por muestras como que en la Bolsa de Nueva York la libra se estaba negociando en mínimos de US$0,7; y a nivel interno la carga en hasta menos de $760.000.
Pero lo curioso del caso es que nadie esperaba que eso empezara a cambiar tan fuerte entre noviembre y diciembre. Ni los productores en la Fedecafé creían que los precios iban a mejorar tan pronto, ni los exportadores de Asoexport, quienes no veían una recuperación hasta el segundo trimestre de 2020.
¿Y es que quién se imaginaba una tasa de cambio a niveles de $3.500? Incluso los comisionistas no se montaban en ese bus, por eso es que la TRM por las nubes fue la segunda oportunidad para los cafeteros este año.
Cuando subió a $1 millón la carga, se vio una muestra de volatilidad, en 24 horas había caído por debajo de $980.000. Por eso, el mensaje con estos movimientos para el caficultor promedio es que en vacas gordas hay que correr para vender carga a futuro por ejemplo finales de 2020.