En un país que celebra el repunte económico general, la verdadera historia de resiliencia se está escribiendo lejos de los centros urbanos. La ruralidad colombiana, tantas veces relegada en la conversación pública, volvió a demostrar que es uno de los motores más constantes y confiables del crecimiento nacional. Mientras el Dane reportó que el PIB total avanzó 3,6% en el tercer trimestre, el agro sostuvo un crecimiento de 2,4% y aportó $17,3 billones a la economía, equivalentes a 6,7% del total producido durante ese periodo.
Lo relevante no es solo la cifra, sino lo que esta representa: un sector que, en medio de lluvias intensas, insumos más costosos y ciclos de producción impredecibles, sigue expandiéndose. En un país donde cada punto de crecimiento cuesta, el agro lo logra con disciplina, innovación y una silenciosa adaptación diaria al clima, al mercado y a las realidades del campo.
El dinamismo también se refleja en los subsectores. La pesca y la acuicultura crecieron 16,4%, un salto que confirma el potencial azul del país; el café, símbolo nacional, aumentó 9,8%; y la silvicultura avanzó 9,4%. Incluso los segmentos que retrocedieron (como los cultivos transitorios) lo hicieron en un contexto de perturbaciones climáticas y de costos globales, más no por falta de capacidad productiva.
Detrás de estas cifras hay historias que rara vez llegan a los grandes debates: asociaciones rurales que modernizan sus fincas con tecnologías accesibles; agroindustrias que conquistan mercados internacionales; productores que, sin hacer ruido, sostienen la seguridad alimentaria del país. Este esfuerzo colectivo no solo mantiene el crecimiento: lo dignifica.
Colombia suele mirar al campo para buscar explicaciones a los problemas. Tal vez es hora de mirarlo para encontrar ejemplos de solución. En un trimestre donde la administración pública lideró el avance, el agro recordó que sigue siendo un pilar estable, capaz de empujar la economía incluso cuando otros sectores titubean.
Si el país quiere una economía verdaderamente sostenible, diversa y con raíces profundas, el camino es claro: fortalecer a quienes ya están demostrando que es posible crecer desde la ruralidad. El agro no es un sector rezagado; es, hoy, la economía que más inspira.