Como bien lo sostiene la ONU, “conseguir la equidad de género y empoderar a las mujeres rurales no solo es lo correcto, sino que es un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la desnutrición. Ellas son agentes clave para conseguir los cambios económicos, ambientales y sociales necesarios para el desarrollo sostenible”.
Se estima que las mujeres rurales comprenden una cuarta parte de la población mundial y que son clave para el bienestar de las personas, familias y comunidades rurales.
Sin embargo, algo que debemos también resaltar durante la celebración de ayer, 15 de octubre, fecha en la que celebramos su día, es que han demostrado su capacidad para procurar la conservación de los ecosistemas en todas las naciones.
Hoy, destaco la importancia como madres y numerosas cabeza de familia.
También reitero, como lo he dicho en numerosas ocasiones, la necesidad de cambiar sus condiciones laborales, contribuir a fomentar su autonomía económica, y generar un impacto positivo en su calidad de vida y la de sus familias.
Pero quiero enfatizar algo que muchos desconocen: su papel en la protección de los recursos naturales para enfrentar la doble crisis del cambio climático y la pérdida de la biodiversidad. A diario, en todos los países, las mujeres rurales recogen agua para cocinar y limpiar, utilizan la tierra para los cultivos y la ganadería, buscan comida en los ríos y arrecifes, y recolectan leña, entre otras actividades.
Creo que nadie en el mundo podría desmentir que lo anterior las hace interactuar diariamente, de manera especial y única, con los recursos naturales y formas de vida presentes en las zonas alejadas de las grandes ciudades, en donde aún existen muchos ecosistemas conocidos y por conocer, que están en serio peligro.
Se hace necesario profundizar en el conocimiento de las mujeres que habitan en la ruralidad para complementar la cuantificación de los factores de impacto, riesgos y oportunidades sostenibles que, sin duda, conocen.
Además, como también lo expresa la ONU, “ellas han sido las primeras en sentir los efectos del cambio climático. Si bien la degradación medioambiental tiene graves consecuencias para todos los seres humanos, afecta en particular a los sectores más vulnerables de la sociedad, principalmente las mujeres, cuya salud es más frágil durante el embarazo y la maternidad”.
De acuerdo con The Nature Conservancy, una de las organizaciones ambientales más reconocida y de mayor alcance fundada en 1951 en Estados Unidos, “Estudios científicos demuestran que el cambio climático tiene mayor impacto en las mujeres y niñas, sobre todo en aquellas que son indígenas, afro descendientes y campesinas.
En Latinoamérica y el Caribe cada vez más mujeres, desde distintos roles y experiencias, se involucran y lideran esfuerzos de conservación que buscan transformar su futuro y preservar el planeta para generaciones venideras”.
Por todas las anteriores razones, las mujeres rurales son definidas en diferentes estudios internacionales, y en especial los realizados para América Latina, como un elemento clave en la conservación de los ecosistemas con la naturaleza.
La gran mayoría de ellos coincide en afirmar que, por supapel en la rehabilitación de los recursos naturales, su capacidad de unir al núcleo familiar frente a los ciclos agrícolas (cambio generacional), su papel en la transmisión de saberes (muchas veces ancestrales), y su desempeño como trabajadoras del campo, son una fuerza indispensable para ayudar a mitigar la pérdida de biodiversidad.
Además, está demostrado que estas mujeres en los países de nuestra región tienen una amplia, activa e influyente participación en los escenarios comunitarios tradicionales. A lo anterior se suma que cada vez más expresan su intención de participar en los contextos locales de concertación y decisión sobre la realidad territorial.
Sin embargo, con mayor énfasis que las mujeres de las ciudades, históricamente han soportado prácticas patriarcales y machistas que las segregan de los ámbitos políticos y económicos, designando sus funciones dentro de las comunidades a roles de género que se definen en el cuidado de los hijos y las múltiples tareas del hogar, negado el ejercicio efectivo de sus derechos ciudadanos.
La supervivencia de los diferentes hábitats naturales, la restauración ecológica en áreas degradadas, y la promoción de prácticas sostenibles en el paisaje agrícola, requieren con urgencia que las mujeres rurales participen como protagonistas en los espacios que frente a estos temas organizan los gobiernos locales y nacionales, los gremios y la academia en todos los países.
Estoy seguro de que, con su participación plena y garantizada, serán un baluarte para posicionar la conservación de los ecosistemas como pilar del desarrollo comunitario y la gobernanza territorial.
No es darles la oportunidad de ayudarnos a conservar el planeta, es reconocerles que son un pilar fundamental para hacerlo, y las necesitamos más que nunca.
Mujeres rurales reciban mi respeto, mi aprecio y mi reconocimiento.