Hojas de la vegetación colombiana se moldearían con cambios del clima y del suelo
Un estudio de la bióloga Mary Lee Berdugo Lattke, doctora en Ciencias- Biología de la Universidad Nacional de Colombia (Unal), quien bajo la dirección del profesor Orlando Rangel, líder del grupo de investigación Biodiversidad y Conservación, pudo evidenciar que los ecosistemas de manglar, los bosques altoandinos y los páramos son los más vulnerables a la variabilidad climática y del suelo, lo que coincide con otros estudios a nivel mundial.
La bióloga analizó por cerca de ocho años las características de las hojas (área de la hoja y forma del ápice, entre otras) y la densidad de madera en diferentes tipos de vegetación. Esto en las variables relacionadas con la precipitación (lluvia) y la altitud.
Tras analizar la estructura y composición de la vegetación en las regiones naturales del Caribe y Andina de Colombia, se descifraron tendencias en las hojas y la densidad de madera como respuesta de las plantas a la variación climática y del suelo.
En cuanto a variación de la lluvia, se incluyeron bosques de los departamentos de Atlántico, Córdoba, Cesar y La Guajira, y se analizaron 1.699 muestras de 562 especies de plantas. Además se incluyeron 812 muestras de 21 especies que caracterizan a los manglares del Caribe.
Para la variabilidad altitudinal o topográfica (desde la región tropical hasta los páramos) se recolectaron 2.438 muestras de 361 especies en Boyacá, Cundinamarca y Risaralda.
El estudio tuvo un enfoque metodológico integrado con el análisis de la diversidad de especies y la estructura de la vegetación (altura de los individuos, grosor de tallos, cobertura, entre otros), y también se analizaron las características fisicoquímicas del suelo.
En relación con la variabilidad hídrica (región Caribe), las hojas aumentan su área y grosor hasta sitios con una precipitación de 1.800 mm (promedio anual) y en bosques secos y muy secos (menos de 1.000 mm) se presentan hojas con mayor suculencia, o cantidad de agua en su tejido.
La densidad de madera, como un rasgo relacionado con la captura de carbono, presentó los mayores valores en los bosques semihúmedos (1.000 – 1.400 mm); y el patrón general corresponde a hojas simples, de consistencia membranosa y delgadas (0,005 – 0,15 mm de grosor).
Sin embargo, en sitios secos aumentó la presencia de especies con hojas compuestas y con vellosidades (tomento). Por último, en sitios con suelos ácidos, pobres en nitrógeno y fósforo, las hojas son más gruesas, lo que indica una respuesta a la baja disponibilidad de nutrientes en el suelo.
Según el estudio, en los manglares prevalecen hojas coriáceas, de menor área y gruesas, como respuesta a la variación en la salinidad: cuando esta variable aumenta se limita la disponibilidad hídrica para estas plantas. A pesar de esto, se observaron individuos con menor densidad de madera y hojas grandes (más de 35 cm2) en manglares semihúmedos y húmedos (más de 1.000 mm de precipitación).
En relación con la variabilidad topográfica, las hojas reducen su área foliar hasta los 2.500 msnm y aumentan la suculencia y el grosor hasta los 3.000 msnm. Esta tendencia se puede asociar con el control térmico, la transpiración y para evitar la congelación (en franjas altas, mayores a 2800 msnm). También se encontraron patrones distintos para cada región de vida. Por ejemplo, en la franja Andina baja (2.200 a 2.500 msnm) se registraron los mayores valores de densidad de madera.
En relación con los suelos, se observaron hojas con mayor suculencia e individuos con menor densidad de madera en suelos con altas concentraciones de hierro (más de 50 mg/kg).
Por lo anterior, y por la importancia para la economía hídrica regional, la doctora Berdugo destacó la necesidad de profundizar en los estudios sobre mayor número de especies y las condiciones microclimáticas para estas zonas.