Un modelo colombiano que mejora ingresos y la calidad de vida a los cacaocultores
En 2024, cerca de 75 países recibieron cacao colombiano en grano o transformado en diferentes presentaciones, donde Estados Unidos, México, Ecuador, Costa Rica, Venezuela, Bélgica, Malasia y Alemania, lideraron estas compras. En total, según cifras de la Dian con análisis de Analdex, las exportaciones de cacao y sus derivados sumaron US$265,1 millones, 106,1% más que en 2023, cuando fueron US$128,6 millones.
En tanto que entre enero y febrero de 2025, estas ventas externas sumaron US$20,8 millones, un 24,2% más que en el mismo periodo de 2024.
A pesar de estas buenas cifras, la oferta es baja. Dos factores han sido claves en esta situación: en primer lugar, el cambio climático; y en segundo lugar, la falta de inversión en los sistemas productivos del cacao, lo que limita los rendimientos y hace que los agricultores sean cada vez más vulnerables a los impactos ambientales.
De acuerdo con Jorge de Angulo, director de Acumen Latinoamérica, aunque los precios récord han traído beneficios temporales, no han resuelto las inequidades estructurales de la cadena de valor. “Los pequeños productores continúan asumiendo la mayor parte del riesgo, con ingresos aún insuficientes para sostener su resiliencia y realizar inversiones que fortalezcan sus capacidades productivas a largo plazo”, afirma.
Pese a ello, diferentes organizaciones y empresas desde hace algún tiempo le han apostado a transformar esta realidad desde un enfoque de impacto positivo. Así lo demuestra un estudio reciente realizado por Acumen en alianza con 60 Decibels para la empresa colombiana Cacao de Colombia, conocida por su marca de chocolate premium Cacao Hunters.
El estudio reveló que Cacao de Colombia tiene un enfoque importante en personas en situación de pobreza, ya que el 82% de las personas agricultoras encuestadas que trabajan con esta organización tienen ingresos por debajo de US$6.85 al día; una cifra que contrasta con el 27% estimado de la población a nivel nacional.
“Este estudio valida lo que venimos promoviendo desde hace años: que las organizaciones con propósito tienen un impacto económico y social tangible”, afirma de Angulo, quien añade que, “en contextos de pobreza rural, trabajar con empresas como Cacao de Colombia puede transformar la vida de las personas, no solo por mejores ingresos, sino por oportunidades sostenidas de crecimiento, resiliencia y dignidad”.
Desde su fundación, Cacao de Colombia, más conocida por su marca de chocolate premium Cacao Hunters, ha desafiado las dinámicas tradicionales de la industria cacaotera, históricamente marcada por la volatilidad de precios y los bajos márgenes para los pequeños productores. Hoy, con una red que beneficia a más de 800 familias y exportaciones a mercados exigentes como Japón, Europa y Estados Unidos, la empresa viene demostrando que es posible combinar excelencia en calidad con impacto social y económico sostenible.
La encuesta que fue realizada a 56 productores de Tumaco y la Sierra Nevada (64% indígenas arhuacos y 36% campesinos del Pacífico) revela que el 96% de las personas cacaocultoras percibe una mejora en su calidad de vida desde que trabaja con la empresa. Además, el 100% de las personas encuestadas señaló haber incrementado sus ingresos, ya sea por mayores volúmenes de venta o por acceder a precios más altos que los del mercado tradicional.
El impacto, sin embargo, va más allá del aspecto económico. El 95% aseguró que su comunidad ahora se siente más optimista sobre el futuro, mientras que el 86% afirma que existe una mayor colaboración entre vecinos, impulsada por el enfoque colectivo promovido por Cacao de Colombia. En zonas como Tumaco, este modelo ha dado lugar a asociaciones productivas que fortalecen el liderazgo femenino y abrir nuevas oportunidades educativas en contextos rurales.
En materia de sostenibilidad, el 55% de las personas agricultoras ha incorporado al menos una nueva práctica agroecológica, como cultivos intercalados, rotación de siembras o compostaje. Y aunque un 69% aún se siente vulnerable frente a los efectos del cambio climático, el enfoque ambiental de Cacao de Colombia ha empezado a construir una mayor resiliencia tanto productiva como comunitaria.
En 2023, Colombia alcanzó una producción récord de más de 73.000 toneladas de cacao, superando su máximo histórico y generando ingresos superiores a los US$2 billones para más de 65.000 familias cacaocultoras que tienen en esta actividad agropecuaria su mayor fuente de ingreso. Según cifras de Fedecacao, ese mismo año, a partir de septiembre, el precio del cacao a nivel global comenzó a superar su rango histórico de entre US$2.000 y US$2.500 por tonelada, alcanzando en abril de 2024 niveles de hasta US$11.000 por tonelada.
Esta cifra representa más de cuatro veces el promedio registrado en los últimos años y ha sido impulsada por una oferta extremadamente baja. Dos factores han sido claves en esta crisis: en primer lugar, el cambio climático; y en segundo lugar, la crónica falta de inversión en los sistemas productivos del cacao, lo que limita los rendimientos y hace que los agricultores sean cada vez más vulnerables a los impactos ambientales.
Según Jorge de Angulo, director de Acumen Latinoamérica, aunque los precios récord han traído beneficios temporales, no han resuelto las inequidades estructurales de la cadena de valor. “Los pequeños productores continúan asumiendo la mayor parte del riesgo, con ingresos aún insuficientes para sostener su resiliencia y realizar inversiones que fortalezcan sus capacidades productivas a largo plazo”, afirma.
Pese a ello, diferentes organizaciones y empresas desde hace algún tiempo le han apostado a transformar esta realidad desde un enfoque de impacto positivo. Así lo demuestra un estudio reciente realizado por Acumen en alianza con 60 Decibels para la empresa colombiana Cacao de Colombia, conocida por su marca de chocolate premium Cacao Hunters.
El estudio reveló que Cacao de Colombia tiene un enfoque importante en personas en situación de pobreza, ya que el 82% de las personas agricultoras encuestadas que trabajan con esta organización tienen ingresos por debajo de USD 6.85 al día; una cifra que contrasta con el 27% estimado de la población a nivel nacional.
“Este estudio valida lo que venimos promoviendo desde hace años: que las organizaciones con propósito tienen un impacto económico y social tangible”, afirma de Angulo, quien añade que, “en contextos de pobreza rural, trabajar con empresas como Cacao de Colombia puede transformar la vida de las personas, no solo por mejores ingresos, sino por oportunidades sostenidas de crecimiento, resiliencia y dignidad”.
Desde su fundación, Cacao de Colombia, más conocida por su marca de chocolate premium Cacao Hunters, ha desafiado las dinámicas tradicionales de la industria cacaotera, históricamente marcada por la volatilidad de precios y los bajos márgenes para los pequeños productores. Hoy, con una red que beneficia a más de 800 familias y exportaciones a mercados exigentes como Japón, Europa y Estados Unidos, la empresa viene demostrando que es posible combinar excelencia en calidad con impacto social y económico sostenible.
La encuesta que fue realizada a 56 productores de Tumaco y la Sierra Nevada (64% indígenas arhuacos y 36% campesinos del Pacífico) revela que el 96% de las personas cacaocultoras percibe una mejora en su calidad de vida desde que trabaja con la empresa. Además, el 100% de las personas encuestadas señaló haber incrementado sus ingresos, ya sea por mayores volúmenes de venta o por acceder a precios más altos que los del mercado tradicional.
El impacto, sin embargo, va más allá del aspecto económico. El 95% aseguró que su comunidad ahora se siente más optimista sobre el futuro, mientras que el 86% afirma que existe una mayor colaboración entre vecinos, impulsada por el enfoque colectivo promovido por Cacao de Colombia. En zonas como Tumaco, este modelo ha dado lugar a asociaciones productivas que fortalecen el liderazgo femenino y abrir nuevas oportunidades educativas en contextos rurales.
En materia de sostenibilidad, el 55% de las personas agricultoras ha incorporado al menos una nueva práctica agroecológica, como cultivos intercalados, rotación de siembras o compostaje. Y aunque un 69% aún se siente vulnerable frente a los efectos del cambio climático, el enfoque ambiental de Cacao de Colombia ha empezado a construir una mayor resiliencia tanto productiva como comunitaria.
“Las empresas comprenden su rol en el ecosistema rural y se comprometen con prácticas justas, el impacto es visible, medible y sostenible”, agrega Jorge de Angulo.
Este modelo de negocio, centrado más en las personas agricultoras, está demostrando que es posible hacer empresa transformando comunidades. Un enfoque que no solo abre caminos de desarrollo en algunas de las regiones más olvidadas del país, sino que también está redefiniendo la industria del chocolate colombiano como una fuerza de inclusión, calidad y sostenibilidad.