Semillas, la siembra de certificadas aumenta la productividad en el campo
El resultado final de dos cultivos en idénticas condiciones puede arrojar notables diferencias, no tanto por cuenta de los insumos utilizados como por causa de la calidad de las semillas seleccionadas.
“Una cosecha no puede ser usada como semilla porque no será productiva sino que estará degradada”, explica el gerente general de la Asociación Colombiana de Semillas (Acosemillas), Juan Manuel Monroy, incluso tratándose de una práctica común.
Y es que la semilla que es resultado de un proceso genético lleva tras de sí años y años de investigación para el perfeccionamiento de sus defensas naturales ante plagas y fortalecimiento de su desarrollo.
Según Monroy, en el país se venden 66.000 toneladas de semillas certificadas, de las cuales 85% se logran localmente tras procesos de mejora “bajo procesos rigurosos de multiplicación y un estricto control de calidad”.
El ciclo inicia con la previa selección de las especies (de reproducción sexual como el arroz o el algodón) y atraviesa cuatro etapas de multiplicación antes de ser certificada. La solicitud de dicho permiso es adelantada por empresas legalmente constituidas de todos los tamaños y tipos, no solo por multinacionales.
El Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) es la única entidad autorizada para controlar la producción de semillas certificadas y supervisar los procesos de importación.
De hecho, no se conocen empresas nacionales cuya actividad sea la investigación para el logro de semillas genéticas, pero sí hay varias en el mercado que representan laboratorios internacionales y ponen a prueba las condiciones de esta materia prima en suelo nacional para obtener una mejor y certificarla, de manera que todos los agricultores puedan usarla.
Tal es el caso de Semillas Arroyave, una compañía con 25 años de trayectoria en investigación, desarrollo y comercialización de semillas de hortalizas, frutas (melón, sandía y papaya), maíces, frijoles, pastos, forrajes y aromáticas adaptadas al mercado agropecuario nacional.
Luis Alberto Arroyave, propietario de esta empresa explica la importancia de que se regule el uso de estos productos. “El ICA evita que cualquier persona con semillas en una bolsa empiece a sembrar y riegue un problema fitosanitario que puede terminar en una enfermedad gravísima y acabar con todos los cultivos, para eso se hace estudios agronómicos”, dice.
Sin embargo, desmiente que a cualquier agricultor se le impida sacar semillas. “Tenemos un banco nativo pero solo si la labor se hace de la manera correcta y se respeta el mapa sanitario se accede a los permisos para comercializar”.
Además de procurar una mayor competitividad vía semillas, Arroyave ha impulsado la tecnificación de la industria agrícola desde la importación de maquinaria y otros insumos para el sector hortícola. “Es una actividad que necesita de mejoras porque tiene grandes enemigos naturales como el clima del trópico”, asegura el empresario para quien los mayores pasos se dan cuando se cumple con las altas exigencias sanitarias para exportar.
Al respecto, Juan Manuel Monroy aconseja a los productores, sin importar el tamaño de su cultivo, el uso de semillas certificadas “si quieren competir también en el exterior”.
“La semilla tiene una gran responsabilidad en la cadena, es el origen de la productividad porque puede ser el mejor gestor de calidad o el peor transmisor de plagas al campo”, asegura el vocero. Por eso celebra que la producción de semillas este debidamente avalada.
Sin embargo, el gerente de Acosemillas hizo un llamado al Gobierno para que acompañe la cadena de producción y comercialización de semillas y así proteger el negocio. “El productor tiene que entender la dinámica sostenible.
De no hacerla asumirá mayores costos por tonelada y ni así tendrá la producción que busca, lo que abrirá la puerta a las importaciones y no seremos competitivos”, resaltó.
Lo que se pretende es que se revise la calidad de cuatro factores primordiales: la genética (que se refiere al ADN de origen), la física (que garantiza la pureza del producto, que no se haya mezclado con otros granos), la fisiológica (en la cual reside el poder de germinación y vigor) y la fitosanitaria (que certifica no llevar enfermedades al campo).
La altillanura requiere nuevos desarrollos
La Altillanura se está volviendo foco de las empresas de semillas ya que en esta zona se está formando una estructura de gobernancia porque es una frontera agrícola que va a requerir grandes cantidades de inversiones por las condiciones de suelos ácidos. Lo anterior hace que sean necesarias semillas especiales que se puedan adaptar a las tierras.