Consejos del profesor Yarumo: encalamiento, renovación y siembra de alimentos
La agronomía del sistema de producción de café exige decisiones fundamentadas en evidencia analítica y en la comprensión de los procesos fisicoquímicos y biológicos del suelo y de la planta. Desde la creación de Cenicafé en 1938, la investigación aplicada ha permitido establecer protocolos para optimizar el desempeño del cultivo, mejorar la eficiencia de uso de insumos y salvaguardar la estabilidad productiva de las fincas.
Con base en este conocimiento, las recomendaciones de los extensionistas de la Federación de Cafeteros (FNC) se orientan a incrementar la productividad y la calidad del café mediante intervenciones precisas, oportunas y cuantificables.
Una de las prácticas más relevantes es la corrección de la acidez del suelo. La aplicación de enmiendas sin la información que nos brinda el análisis de suelo es agronómicamente riesgosa y, en ocasiones, contraproducente.
La efectividad del encalamiento depende del grado de saturación de aluminio, del pH y del contenido de bases intercambiables; aplicar cal en un suelo cuyo pH ya se encuentra dentro del rango óptimo (5.0 a 5.5) para el cultivo del café puede inducir procesos de inmovilización de micronutrientes como hierro, zinc y boro por aumento del pH hacia niveles en los que estos elementos disminuyen su disponibilidad.
Estas deficiencias pueden manifestarse durante periodos prolongados, afectando el sistema suelo-planta para restablecer un equilibrio nutritivo. Por ello, obtener una buena muestra de suelo para el análisis de suelo en laboratorio son condiciones indispensables antes de definir el tipo de enmienda, la dosis y la metodología de incorporación.
La renovación de cafetales es otra práctica vital para la productividad y la rentabilidad. Cuando renovamos por zoca, esta intervención genera una herida abierta en el tallo que, desde el punto de vista fitopatológico, constituye una puerta de entrada para hongos patógenos habitantes del suelo, entre ellos los asociados al complejo causal de la denominada llaga macana.
La exposición del tejido vascular y la presencia de humedad favorecen la colonización, con tasas de mortalidad que pueden comprometer la viabilidad económica de la plantación.
Para mitigar el riesgo, es obligatorio aplicar inmediatamente después del corte un agente protector: recubrimientos con pintura anticorrosiva, fungicidas sistémicos basados en benzimidazoles como carbendazim o tiabendazol, o formulaciones de síntesis biológica como el hongo Trichoderma harzianum, cuyo mecanismo de control se fundamenta en competencia por espacio y nutrientes, micoparasitismo y producción de metabolitos antifúngicos.
Durante la selección de chupones, la protección debe reiterarse con fungicidas sistémicos, debido a que el tejido emergente continúa siendo vulnerable. La etapa posterior a la renovación ofrece una ventana agronómica para establecer cultivos intercalados, como por ejemplo fríjol y maíz.
Esta práctica permite aprovechar el espacio antes de que el estrato del café cierre completamente y genera beneficios tanto económicos como funcionales. Desde la perspectiva de la gestión del suelo, los cultivos asociados incrementan la cobertura, disminuyen la erosión, modulan la temperatura del suelo y favorecen el reciclaje de nutrientes a través de la biomasa aérea y radicular.
En términos productivos, proporcionan alimentos para el autoconsumo y una fuente complementaria de ingresos, reducen el costo de establecimiento del café y contribuyen a mantener un microclima más estable, al atenuar la radiación directa y el estrés térmico en las plantas jóvenes. Aunque coexistan en el mismo lote, es fundamental administrar cada cultivo como unidad independiente para evitar desequilibrios nutricionales o interferencias en el control fitosanitario.
Estas prácticas, implementadas con criterios técnicos y hechas en los momentos oportunos, fortalecen la sostenibilidad económica y ecológica de la empresa cafetera y aseguran una respuesta fisiológica óptima del cultivo frente a las condiciones cambiantes del entorno.
Además, permiten anticipar riesgos productivos, optimizar el uso de los recursos disponibles y promover un manejo integrado de plagas, enfermedades, arvenses que favorece la resiliencia del sistema de producción cafetero. De esta manera, se crea un equilibrio entre productividad, conservación del suelo y bienestar del ecosistema, lo que contribuye a la estabilidad, competitividad y rentabilidad del cultivo a largo plazo.