Cannabis, más allá de las cifras
Hace cerca de cinco años, cuando Colombia empezaba a ubicarse en el radar inversionista de las principales firmas de cannabis medicinal a nivel internacional, fue amplio el análisis que se generó en torno al potencial del sector para contribuir al dinamismo económico local: mayor recaudo fiscal, desarrollo de zonas rurales, tecnificación de la industria, diversificación de la matriz exportadora y un alza en la generación de empleo.
Hoy, media década después, esa capacidad del sector para jalonar el progreso nacional no solo está más próxima de empezar a materializarse, sino que, ante los retos que ha planteado la pandemia en el país, debería consolidarse como un renglón esencial para que el PIB nacional pueda recuperar su senda de crecimiento a mediano plazo, máxime entendiendo los grandes esfuerzos inversionistas y regulatorios adelantados por el sector público y privado.
Dicho esto, también es importante señalar que, a veces opacado por el protagonismo comercial al que está llamado este negocio, el cannabis medicinal supone una sólida vía para fortalecer los sistemas de salud que se tienen actualmente. Incorporar productos a base de cannabinoides al abanico de tratamientos médicos constituye el primer paso para brindarle nuevas alternativas al paciente, disminuir los costos en el acceso a medicamentos y fortalecer los procesos de investigación científica en Colombia.
Este hecho, que en ocasiones no se logra dimensionar en la misma medida que el componente económico de la industria, es un argumento más para seguir impulsando al sector y hacer de esta actividad un auténtico bien de exportación de Colombia, que tiene un gran valor agregado en los principales mercados internacionales. La actual coyuntura no solo constituye un marco para auxiliar a los rubros productivos más golpeados, también es una gran oportunidad para terminar de darle ese impulso final a los renglones que por años han desplegado grandes esfuerzos para consolidarse.
En ese sentido, si bien es cierto que aún es necesario sensibilizar al personal médico y desarrollar esfuerzos pedagógicos con pacientes para socializar las bondades del cannabis medicinal, lo cierto es que las formulaciones magistrales -venta de productos farmacéuticos a base de cannabinoides, bajo receta médica- han empezado a abrirse camino en el país.
Muestra de esto es la reciente autorización que el Invima le otorgó a Avicanna para la maquila y venta de farmacias magistrales en el mercado local. Con dicho permiso, que representa el primero en Colombia a una farmacia magistral dedicada exclusivamente al cannabis, los pacientes podrán acceder a: un acompañamiento directo; tratamientos con fármacos de alta consistencia, al tener materias primas por parte de la misma compañía que comercializa el producto; menores tiempos de respuesta, y menores riesgos en el medicamento, al no estar expuestos a otros componentes en el laboratorio.
Así las cosas, pensar en la industria del cannabis medicinal no solo es dimensionar la contribución socioeconómica que tendría para la Nación, sino también es entender que el beneficio es transversal para la sociedad y que el principal beneficiario es el país que la impulsa; pues trae consigo un círculo virtuoso que tiene al paciente como protagonista y a la cadena productiva como su principal aliado.